• Héctor A. Villalva
,.

Los diputados de oposición estuvieron dándole con aquello de las comparecencias, argumentando que era fundamental en la vida democrática de nuestra entidad. Se convirtieron por unos momentos en los paladines de la verdad, la justicia y la rendición de cuentas. Ayer durante la comparecencia de la procuradora, Ernestina Carro, se quitaron la máscara para dejar ver su maquillaje de payasos.

Un ejercicio que tiene como finalidad ampliar lo dicho sobre las acciones realizadas durante un año de gestión, se convirtió en el escaparate para que la oposición hiciera de la suyas, terminando saliéndoles el tiro por la culata.

A lo que vamos, se esperaba que la procuradora hiciera la tarea, que tuviera en claro lo que su dependencia hizo durante el último año, hasta ahí no había novedad, pero todo cambió cuando fue el turno de los flamantes diputados opositores de hacer uso de la palabra.

Juan Manuel Cambrón dejó en evidencia que no respeta acuerdos que hace en su calidad de diputado; según lo acordado, tenía derecho a realizar tres preguntas por lo que debía pensar concretamente qué cuestionar desde su papel, pero en lugar de ello, tuvimos poco más de una cuarentena de sandeces. No supo qué preguntar en función del formato, de ahí que su jugada poco interesó al público.

Luego tenemos a la otrora feroz diputada priísta, Blanca Águila, quien, en el ánimo por descalificar a la procuradora, volviendo la comparecencia institucional un tema personal, dejó en claro que lo suyo, no es la investigación, ni el uso correcto de las páginas de transparencia, toda vez que acusó a la procuradora de no cumplir con lo establecido para desempeñar sus funciones.

Al final, este ejercicio se opacó porque ningún diputado entendió cuál era su papel durante la comparecencia, no tuvieron clara la oportunidad de ser verdaderamente representantes populares, lo único que les interesó fue obtener reflectores, volverse seres mediáticos un rato porque ni siquiera pusieron total atención a la comparecencia, ya que salieron sigilosamente a atender asuntos personales mientras todo se desarrollaba.