• Apizaco
  • Pedro Morales
Exige familia que se investigue el caso, hay hermetismo

Apízaco, Tlax.- En el interior de una humilde vivienda, se han retirado los muebles, quedan los cuatro cirios, la cruz de arena y cal, las sillas y el olor a sufrimiento, a flores marchitas, velas y cirios que lentamente dejan escurrir sus lágrimas de cera.

Murió el jefe de familia.

Total hermetismo guarda la dirección del Cereso de Apizaco y la PGJE, en torno a la muerte del interno Bonifacio Domínguez Durán,  quien antes de fallecer se comunicó con su familia y parecía estar sano.

Sus padres, afligida viuda, hijos, amigos y familiares exigieron una investigación en torno a esta muerte, ya que consideran que se oculta información y temen que su familiar haya sido asesinado.

Justo al cumplir nueve días, llegaron los padrinos de la cruz, prepararon tamales y café, antes de partir un trio norteño entonaba canciones muy sentidas, las que le gustaban al “Boni”, comentaban sus primos.

Un camino de flores blancas marcaba la entrada de la cruz, que fue llevada por familiares, conocidos y amigos hasta la tumba donde reposan los restos de “El Boni”.

Sus deudos mostraron a e-consulta Tlaxcala el acta de defunción número 130742576, expedida el pasado ocho de septiembre, por la certificante Mercedes Hernández Conde, de la Secretaría de Salud.

En el documento se indica que Bonifacio Domínguez falleció por insuficiencia respiratoria aguda secundaria. Asfixia mecánica y bronco aspiración, acta de defunción que le fue entregada a su hoy viuda, Silvia Baca Barrón.

Estos datos, el hermetismo de las autoridades hacen sospechar que su familiar fue asesinado, no les quedan claras las causas del fallecimiento, ya que el difunto gozaba de buena salud, aseguran.

Silvia, su esposa, con lágrimas en los ojos pide la intervención del gobernador Mariano González ya que ha quedado sin el apoyo de su esposo, para sacar adelante a sus tres hijos.

De igual forma solicita a la procuradora Alicia Fragoso, su intervención para aclarar esta muerte, ya que el silencio de la gente del Cereso es muy sospechosa, al igual pidió la intervención de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

Silvia carga a su menor hija de un año, la abraza con fuerza, sus manos se mueven inquietas, aún no digiere que está sola, pese a estar acompañada de mucha gente.

Nada alivia el dolor de esta madre de familia, salvo tal vez un poco la aplicación correcta de la justicia, que se sepa la verdad, por dura que sea, está dispuesta a aguantar todo, menos la incertidumbre de que su marido haya sido asesinado.

Recuerda que se juntó con el Boni, hace ya catorce años, procrearon  a tres hijos Angy Domínguez, quien ya va a la secundaria, tiene trece años, le sigue Estrella Domínguez Baca de cuatro años y otra menor de un año.

“Todos nos dedicamos al comercio, cada día vendemos semillas secas en carretillas por las calles de Apizaco, en las ferias y en otras ciudades donde obtienen los permisos”.

Recuerda que Bonifacio acababa de cumplir 37 años, los cumplió el primero de septiembre, asegura que era una persona buena, quería mucho a sus hijas, era trabajador, luchón y organizaba a la familia cada día, para la venta.

Era buen esposo, “me habló el sábado a las seis y media de la mañana, antes de salir a vender, estaba tranquilo, no parecía preocupado, pidió que tuvieran cuidado y prometió hablar por la tarde de ese fatídico sábado en que murió”.

Pero esa llamada nunca llegó.

A cambio recibieron un mensaje del Cereso en el que les dijeron que a su familiar se lo había llevado la Cruz Roja, concretamente al hospital regional de Tzompantepec.

Las viuda indica que a su esposo lo encarcelaron con engaños, supuestamente los ministeriales estaban investigando lo de unos terrenos, al final se lo llevaron y lo inculparon de supuesto tráfico de armas.

“Pero no era cierto, yo lo conocí desde los 17 años, y nunca tuvo un arma, lo agarraron el 20 de marzo, se lo llevaron con engaños, pero era inocente, se portaba bien porque quería salir pronto”.

Llego a comentar que un custodio del Cereso lo molestaba, pero la familia nunca pensó en este desenlace, “me dijo, yo no quiero tener problemas, yo ya quiero salir, no me han comprobado nada de lo que me acusan”, agregó.

Reconoce que mientras ella vendía sus semillas secas en Apizaco, vino gente del Cereso para informar a la familia sobre el deceso del interno, la noticia la recibió una de sus hermanas y una sobrina.

La noticia les causó extrañeza, porque era una persona sana, a otro primero, que intentó saber las causas de la muerte le dijeron que Bonifacio aseaba los baños, que de pronto se cayó.

Que se pegó muy feo, que trataba de levantarse, pero que no lo logró, que por eso llegó la Cruz Roja y se lo llevó al hospital, situación que no es creíble, porque  las causas son por asfixia mecánica.

Tampoco checan las horas de la muerte, porque por un lado dijeron que murió a las dos y media de la tarde y luego que fue a las diez y media de la mañana, por lo que a la familia no le queda clara esta situación.

Silvia dice con lágrimas en los ojos que nadie les quiere decir nada, que ni siquiera les han entregado sus pertenencias, por eso pide la intervención de las autoridades correspondiente

“Tengo a mis niñas chiquitas y no tengo ningún apoyo, mi esposo quería que fueran a la escuela, que se prepararan para ser alguien en la vida, pero nuestros sueños se acabaron, ya no tenemos lágrimas que derramar”.

¡Mis hijas y yo, queremos justicia señor gobernador!, concluyó.

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