• Tlaxcala
  • Guadalupe de la Luz Degante / La Jornada de Oriente
Pero nunca nadie la vio; fue sólo una de las tantas leyendas que en el siglo pasado inspiró la nitidez de este cuerpo de agua.

“A media noche, de las aguas cristalinas de la laguna de Acuitlapilco emerge una hermosa sirena para cantar”. Pero nunca nadie la vio; fue sólo una de las tantas leyendas que en el siglo pasado inspiró la nitidez de este cuerpo de agua, habitado por peces, patos, garzas, palomas y pichones, cuando olía a alcanfor y a encino.

Ahora, en el paisaje en ruinas el silencio es asaltado por el graznido de unos cuantos gansos y el canto escandaloso de una que otra urraca. Las aves llegan a bañarse en la suciedad. Botellas de plástico y vidrio; llantas, desechos y una vieja lancha anclada al margen desaliñan a la balsa.

Ya es depósito de materia fecal. Cada segundo recibe una descarga de 40 litros de aguas negras generadas por casas–habitación de los municipios de Tlaxcala, Tepeyanco y Xiloxoxtla. Los niveles de contaminación son “altos”, fuera de los parámetros permitidos, reporta la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

Cuentan los pobladores que sus ancestros decían que la iglesia del pueblo fue construida al pie de la laguna. Al paso del tiempo, el espejo de agua se reduce. Asientan que su deterioro se agudiza desde hace aproximadamente dos décadas, sin ninguna acción contundente de los gobiernos para frenarlo.

“Se fue achicando; los peces están contaminados”

En la década de los años cuarenta, “cuando yo me críe, el embalse era muy grande y muy limpio; el agua escurría de las barrancas de los cerros. No había drenaje, sólo fosas sépticas”, rememora José Cote.

El hombre de 72 años de edad, nacido en este pueblo del municipio de Tlaxcala, acompaña a La Jornada de Oriente en el recorrido por el estanque.

“Pero sí –exclama–, ¡hermosa, hermosa, hermosa! Transparente totalmente, aprendí a nadar ahí. Era niño pastor. Nos íbamos a la laguna porque había mucho verde para los animales y nos metíamos al agua todo el día, nada más que era muy fría. La conocía a la perfección”, relata.

“La gente paseaba en lanchas de remo. Pescaba con caballitos de tule. Con unas puyas, una garrocha y unas juntas; veían el pez, picaban y lo sacaban; algunos pesaban hasta 10 kilos. Muchos se dedicaban a esta actividad, de eso vivían”.

José Cote agrega que en la zona reinaban manantiales; arribaban clubes de cazadores de pato y pichón. “Y unos pajaritos bien bonitos que se llamaban charlitos”, rememora.

Manuel Salazar Monroy fue una de las personas que “engrandeció al pueblo”. Construyó edificios y difundió la belleza de Acuitlapilco. Inventó que a las 12 de la noche salía la sirena de la enorme laguna.

“Vino mucha gente con la esperanza de verla cantar a media noche. Y nunca salió. Ese era un mito nada más”, expone.

“Por el (año 19) 55 –cita– unas personas de Puebla se ahogaron aquí, como mucha gente. Unos hombres rana trajeron 25 metros de cable, según así nos dijeron y no alcanzaban el piso. ¿Qué quiere decir?, que la laguna estaba muy profunda”.

Con el agua del estanque irrigaban tierras de Tepeyanco, San Juan Huactzinco, San Jerónimo Zacualpan, de Acuitlapilco y Tlacochcalco, añade.

 Los antepasados de José Cote gozaron de una etapa “mucho más maravillosa. Mis familiares me decían que cuando yo conocí la laguna, era la mitad de lo que ellos vieron”.

Su abuela Reyes Flores nació en 1880. “La mamá de mi padre –anota– contaba que sus ancestros decían que la iglesia fue construida al nivel de la laguna. ¡Imagínense! Y mi padre, Ambrosio Cote, tenía terrenos a un costado. Hoy el templo es rodeado por casas”.

De niña, María Magdalena Cote Hernández acostumbraba acampar con su familia. Disfrutaba tocar el agua.

“Era muy clarita. Volaban muchas aves, palomas y patos. Teníamos mucha vegetación, alcanfores, sabinos, encinos”.

Derrotado por la devastación contra la emblemática laguna, José Cote rescata que nació y creció en una época “hermosa, limpia; pobre pero muy sana”.

“Ahora, ya se acabó, ya no hay lanchas, está muy chiquita; se fue achicando y apareciendo dueños, se posesionaron del lugar. Hay pescados pero contaminados. La laguna no está seca –sostiene–, sino llena de tierra que bajaba de los cerros, cuesta muchísimo dinero rascar  y si se rasca para hacer un pozo, el agua está muy sucia”.

Le apena la condición del embalse, donde los residuos de las unidades habitacionales y edificios “caen de día y de noche. Todos los canales que antes eran de agua pluvial, ahora son de drenaje. Huele muy feo”.

A restringir y a sanear

A esta laguna llegan alrededor de 40 litros de aguas negras por segundo, informa el director estatal de la Conagua, Salvador Domínguez Sánchez, quien reconoce que el nivel de contaminación es “alto” y se encuentra fuera de las normas oficiales de esta dependencia.

A convocatoria del presidente de comunidad, Vicente Sánchez, y de la localidades que rodean a Acuitlapilco, tanto de Xiloxoxtla y Tepeyanco, como del propio municipio de Tlaxcala, el funcionario federal acudió en días pasados a una reunión para abordar esta problemática.

“La laguna está muy, muy contaminada, hicimos consciencia de que esta contaminación es provocada sobre todo por las excretas municipales de alrededor”, indica.

Domínguez Sánchez afirma: “por supuesto, todos recalcamos que es una laguna emblemática para Tlaxcala, desafortunadamente ha crecido mucho la población, no hemos tenido el tino de sacar los drenajes a otra parte”, lamenta.

Derivado del encuentro, se concluyó que los presidentes de comunidad y los alcaldes sostendrán sendas reuniones de concientización con habitantes de los tres municipios.

Asimismo, permitirán a Conagua delimitar este cuerpo de agua y la zona federal, 10 metros más allá de las orillas. “No por soberbia de la Federación sino por ganas de servir”, asienta.

Además, las comunidades y los ayuntamientos presentarán un proyecto con planos topográficos y cotizaciones para definir el sitio donde descargará el drenaje, “que –anota el funcionario– seguramente será en una planta de tratamiento”.

Conagua “abriga” la certidumbre de que una vez concluido el plan, será enviado al gobierno del estado y “vamos a tener una respuesta positiva. Creo que si nos ponemos todos a trabajar con buena voluntad y con respeto, sin echarnos la culpa unos a otros, en menos de un año ya tendremos todo hecho”.

Aún no se ha estimado el costo del proyecto, pero el funcionario apunta que 70 por ciento del presupuesto requerido para el saneamiento lo aportaría la Federación, bajo proyectos y acuerdos con todas las partes, a fin de rescatar este espejo de agua.

Según estudios de Alba González Jácome, en el año 1890 la laguna abarcaba 105 hectáreas, pero en 1896 llegó a tener cerca de 180 hectáreas.

Mientras que el investigador Ricardo Rendón da cuenta que en 1909 el embalse tenía una superficie de 122 hectáreas.

Sólo promesas

A lo largo de 57 años, María Magdalena Cote Hernández ha aprendido que cada administración gubernamental en Tlaxcala promete que va a atender el problema y que va a desarrollar un centro turístico, “pero hasta ahorita ninguna ha hecho caso. Van a pastar animales porque cada vez hay más terreno”.

Y José Cote ya perdió la esperanza. “No la van a rescatar porque desgraciadamente no deja dinero, por eso las autoridades la han abandonado”.

El hombre concluye que todo esto, “la contaminación, el crecimiento de la población y la indiferencia del gobierno, acabaron con la laguna de Acuitlapilco”.

–¿Qué siente ver así a la laguna de Acuitlapilco?

–Que me voy con ella. Porque yo tampoco tengo mucha vida.

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