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Le alcanzó para comprar dos, una de alcaldesa y otra de diputado local

Puede ser una elucubración del legislador milenial (digamos que es un eufemismo para no llamarlo meón, como algunos atrevidos lo hacen desde que era alcalde de Texoloc); lo que nos causa curiosidad son sus pasos firmes en las elecciones, a las cuales por haber ganado –como las aiga ganado, recordando al clásico veodo- con el tiempo le estimularon el nervio de la voracidad.

Porque aprendió a comprar votantes, eso creo. Y tal le permitió hablarse de tú a tú con viejos mapaches, que no por añosos resultaron tan mañosos como el joven Covarrubias, y los distractores utilizados como el descontento tras haber ordenado a un bruto al volante de una retroexcavadora hacer trizas el kiosquito y demás recuerdos del zócalo de su municipio.

¿Distractor?

Sí, pues mientras “la opinión pública” veía al aguerrido Micky firme hasta colocar el último mosaico de su plaza de armas –miren que le quedó coqueto-, en otro frente las cosas se manejarían de otra forma, bajo el habitual manto de tranzas y corrupción del partido en el que encajaba como anillo al dedo.

O sea, mientras el de las micciones del poder, o el poder entre micciones, daba una cara, a espaldas de todos negociaría el paso del gasoducto, cuya introducción en tierras de este y otros municipios –que ya andamos rastreando- generaría de Petróleos Mexicanos (PEMEX) una generosa, una multimillonaria suma.

Dicen sus críticos: “vendió a Texoloc”, yo no haría tal afirmación, pero así como hay en ese partido legisladoras que navegan con la bandera contra la trata, y ni crean ustedes que así haya sido, como sí en cambio amasó una fortuna malhabida, éste, siguiendo esos pésimos ejemplos se haría con una cartera así de gorda y, bueno para no usar tanto rollo, hasta le alcanzó para comprar la elección gracias a la cual su ma hace como que gobierna y él hace como que es bien derecho.

Comprar elecciones. No es el único que lo hace. Otros ya probaron la miel de asir el banderín de la oposición, hacer harta lana y luego repartirla entre los hambreados magistrados y demás bichos a cuyo encargo está la calificación de esos ejercicios democráticos (snif, lloro por semejante simulación).

Pero quien plagia argumentos de series chafas de Netflix, sabiendo que va a ser comido en redes y por la crítica, no ha de dudar en comprar la elección de gobernador, en tanto uno de sus sueños de ida y vuelta, como la feria de Zacatelco, donde el haber emparentado con Tommy Orea hoy le ha permitido hacer una que otra tranza, de esas a las que el Pueblo tiene que amortizar con sus impuestos y esas cosas…

Y lo han escuchado afirmar que piensa comprar la elección de gobernador.

No, no crean ustedes que se trate de una micción cerebral.

Si ya conoce el arte de embarrar las manos de esos que ponen cara de incorruptibles contadores de votos, no crean que le van a temblar las corvas para meterse a la competencia.

Dos preguntas

1. ¿Cómo respaldar que el popular grupo Los Acosta realmente fue el que recién juntó a chavos y chavas en la feria de Zacatelco, si con tan mal audio y aquello de que el más tarugo del grupo dijo ¡Zacatelco, Puebla!, los silbidos no permitieron confirmar la fidelidad de temas tan sonados como ese de: Yo como actor, pésimo, tú como actriz, lo máximo (seguro llevaba más de un blanco)

La otra
¿ No habrá quien recomiende a Rafael Ortega un poco de sosiego en lugar de andar usando recursos “gestionados por él” para hacer parques recreativos en su natal Apizaco, quien le diga que los matadores de toros si algo tienen es pundonor y dignidad como para no andar haciendo el papelón de la promoción personal con dinero público (porque estos boletines de campaña salen de Prensa del Congreso), que todavía no aclara aquello de las compras del Legislativo en manos de su hijo y su empresa taurina en las de su esposa?