• Insólito
  • Rosa Maria Velazquez
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Tradicionalmente se ha pensado que la muerte en el organismo humano se produce cuando cesa la actividad circulatoria, respiratoria o cerebral.

Aunque después de la muerte muchos órganos de donantes se pueden trasplantar, utilizando técnicas para alargar su viabilidad, los tejidos del sistema nervioso central dejan muy pronto de ser viables después de que cesa la circulación sanguínea.

Y esto impide que puedan usarse para trasplantes.

Los riñones, por ejemplo, pueden permanecer viables fuera del cuerpo entre 24 y 36 horas. Pero los tejidos del sistema nervioso central, las miles de millones de neuronas que transmiten información sensorial como señales eléctricas, pierden su potencial para trasplante muy rápido después de la muerte.

Hasta ahora se conocía poco sobre los mecanismos que causan esa muerte neuronal y cuáles son las posibilidades de revertirla y optimizar su viabilidad para trasplantes.