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El cierre de la planta de Procter and Gamble en el municipio de Yauhquemehcan, justo en el acceso a la ciudad de Apizaco, no solo dejó tras de sí la pérdida de dos mil 600 fuentes de empleo directas, sino que alrededor de otros 10 mil indirectos entre transportistas, proveedores, contratistas de diversos servicios y comedores.
Ese es el cálculo que hace una fuente bien informada en torno al desmantelamiento de la factoría que operó por más de 20 años y que hoy ante una realidad de cuatro años sin tener prácticamente utilidades, decidió dejar de realizar sus actividades.
A estas fechas solo falta la venta o remate de maquinaria de reconversión y vender el terreno, en tanto que lo único funcional que quedará de esa planta será el área de ecogeneración de energía que se distribuye a otras empresas de la misma firma ubicadas en diversos puntos del país.
Para el ahora exempleado, el impacto de la terminación de funciones de Procter and Gamble es más fuerte de lo que las autoridades estatales consideran, incluso es una desestimación el decir que no se verá reflejado en los planes de desarrollo de Tlaxcala, cuando se trata de una empresa de nivel internacional que dotaba a su personal de salarios competitivos, oportunidades de crecimiento y trabajaba con calidad premium, algo que pocas empresas en el estado hacen.
Otro aspecto que orilló al cierre de operaciones de la factoría fue que literalmente el pago de impuestos “se la comió”, es decir, se vio rebasada por sus obligaciones fiscales y al no tener ya utilidades, entonces los directivos se decantaron por clausurarla.
De hecho, ante esos planes, la empresa adelantó procesos de jubilación de trabajadores que a los que todavía les faltaba un lustro o menos para lograr los beneficios del retiro, por lo que no hubo problemas ni con finiquitos ni con jubilaciones.