A día de hoy, el diagnóstico de los trastornos del espectro del autismo (TEA) solo se establece cuando el niño, ya sea a la edad de dos años o, incluso, de cuatro años, manifiesta de una forma patente los síntomas del comportamiento característicos del autismo, caso de un déficit en la comunicación, la dificultad para una correcta integración social, una dependencia exagerada de las rutinas, o una gran intolerancia ante los cambios o a la frustración.