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  • Pedro Morales
No hay intención oficial por frenar el ecocidio.

San Francisco Tetlanhocan, Tlax.- Muy cerca de los tres mil metros sobre el nivel del mar a unos dos mil 900 metros de altura, en la ladera sur del volcán extinto de la Malintzi, la depredación del bosque se extiende hacia cualquier lugar donde se fije la mirada.

De nada han servido los esporádicos retenes y una que otra confiscación de madera y carbón, si al otro día se baja la guardia y como ahora, se relaja la vigilancia que es inexistente en lo alto de la montaña.

Cada año la tala clandestina avanza con la reserva forestal del Parque Nacional la Malinche y se ha detectado que en doce municipios de la entidad es donde se realiza esta actividad.

Se trata de los municipios de San Juan Ixtenco, Chiautempan, Huamantla, Teolocholco, Zitlatepec, Tzompantepec, Mezateocochco, Acuamanalá, Contla, Tetlanohcan, Teolocholco  y San Pablo del Monte.

Esto por la parte de Tlaxcala y por el estado poblano sube a talar gente de Amozoc, Puebla, Acajete, y Tepatlaxco de Hidalgo.

El Parque Nacional “La Malinche” es considerada una de las tres Áreas Naturales Protegidas (ANP) en México en registrar la más tala ilegal o clandestina, pues calcula que ha sufrido el deterioro más de 22 mil 190 hectáreas de reserva forestal.

Contempla más de 45 mil 700 hectáreas de zona boscosa, donde predomina el pino y el encino.

De esa zona, se estima que 43.77 por ciento de su superficie corresponde a tierra ejidal, el 32.81 por ciento a terrenos comunales, y en el resto no se tiene claramente identificada la tenencia de la tierra.

Los rapamontes, talamontes, carboneros se han amafiado, han desafiado incluso a la justicia federal y esa frase de “cero tolerancia a la tala ilegal en la Malintzi”, es letra muerta, no se cumplió y nadie le hizo caso.

A cada paso hay huellas de la rapiña, como los tocones de encinos, pinos y oyameles que se cuentan por decenas, además de cortezas de árbol y ramas que, para los talamontes, no tienen ningún valor comercial.

Los lugareños le llaman a esta zona el paraje Tepechco.

Aquí el aserrín que dejan las moto sierras se extiende como un manto de color amarillo que cubre pastos y arbustos.

Cuando se sequen el aserrín, las ramas y las cortezas, se convertirán en el combustible que potenciará los incendios forestales característicos de este parque.

Lo que sucede en este volcán es reflejo de lo que pasa en otros bosques como en el Nevado de Toluca, el Pico de Orizaba, las Lagunas de Zempoala en Morelos, o el Desierto de los Leones en el Distrito Federal.

Donde la actividad humana ha degradado el ecosistema y propiciado un grave deterioro ambiental.

Académicos de diversas instituciones han señalado con insistencia y desde distintos ángulos las consecuencias de deforestar a  la Malintzi.

Un estudio de Miguel Ángel Valera Pérez, investigador del Departamento de Ciencias Agrícolas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, dio a conocer que la degradación del bosque natural y del suelo en esta reserva provocó un aumento de la temperatura promedio en la región, de 0.8 grados entre 1995 y 2005.

Abarcó el análisis cartográfico de 11 mil 390 hectáreas de bosque que presentaban una severa degradación biológica.

El investigador calculó que por la depredación de esa área se liberaron a la atmósfera al menos 270 mil toneladas de dióxido de carbono entre 1986 y 2002.

Explica que una investigación del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) alertó sobre un incremento de 4.53 grados en la temperatura media de verano en la región y para los siguientes 80 años, además de una disminución de 1.17 milímetros en la precipitación promedio anual para el mismo periodo.

Desde el aire, en vuelo de helicóptero, se aprecia desde lo alto que en la Malintzi hay gran cantidad de veredas y caminos de terracería que suben a lo que queda de esta reserva.

Esas vías sirven para extraer a diario tablones y polines, leña para hacer carbón y tierra de monte.

Para quien conoce la montaña no resulta nada complicado ingresar en una camioneta y salir cargado con la materia prima sin ser detectado, y menos cuando la vigilancia es insuficiente o nula, como ocurre en estos momentos.

Los propios vecinos de la zona acusan que las casetas de vigilancia instaladas en el bosque suelen estar vacías o atendidas por una sola persona, que ni siquiera está armada.

En un proyecto de conservación del volcán la Malintzi, que elaboró el gobierno de Tlaxcala se estima que hay al menos 151.8 kilómetros de brechas y caminos que facilitan el acceso al área.

Durante sexenios ninguna autoridad federal, estatal o municipal pudo o quiso detener la devastación del quinto parque nacional más extenso del país.

Su zona de influencia abarca 30 municipios de Tlaxcala y Puebla, así como 236 poblaciones en las que viven más de medio millón de personas, sin contar a la ciudad de Puebla de los Ángeles que, como el resto de los municipios, depende de la lluvia generada en la montaña, para recargar los mantos acuíferos y abastecerse de agua.

Ya hasta parece una tradición que la Coordinación General de Ecología de Tlaxcala, la Secretaría de Medio Ambiente de Puebla y la Comisión Nacional Forestal (Conafor), se responsabilizaran unas a otras por el deterioro de la zona boscosa por la escasa vigilancia y las deficiencias presupuestas para emprender acciones con el fin de solucionar el problema en la zona.

Las autoridades de ecología de Tlaxcala exigieron a la federación que realice sobrevuelos y operativos constantes; las autoridades de Puebla dijeron que el apoyo económico que reciben del gobierno federal es escaso.

Mientras que en la Conafor argumentaron que no es la federación la única responsable y se pidió a las entidades involucradas compartir esfuerzo y dinero.

En lo que coincidieron todas las autoridades es en la carencia de un diagnóstico reciente sobre la deforestación del bosque y sus efectos ambientales.

Los inventarios forestales que están disponibles en la página de internet de la Comisión Nacional Forestal no se encuentran actualizados y ofrecen información general, sin que se pueda consultar por entidad o por parque nacional.

Mientras la depredación avanza, las autoridades de Puebla y Tlaxcala han tardado más de una década en emitir el Plan de Manejo y Conservación de este parque nacional que definirá estrategias, metas y programas a desarrollar para salvar al bosque nacional.

En la ladera sur del volcán hacen frontera los estados de Tlaxcala y Puebla, desde febrero de 1996 ambas entidades tienen bajo su responsabilidad la administración del parque nacional La Malinche.

Al primero de esas entidades le corresponde 70 por ciento de ese territorio y al estado de Puebla el otro 30 por ciento.

A escasos cinco kilómetros más abajo de donde empieza la zona boscosa y divididos por una pequeña barranca se localizan los pueblos de San Isidro Buensuceso, del lado de Tlaxcala, y San Miguel Canoa, en Puebla.

Esa región es uno de los focos rojos por la intensa tala clandestina que involucra a los habitantes de ambas comunidades, a personas que se ostentan como propietarios de las áreas protegidas y redes bien estructuradas de talamontes que han acabado con la mitad del área forestal de esa zona.

Esos grupos están armados y tienen células de vigilancia en todos los caminos por los que se accede a la zona de tala.

Hace cinco años, durante un operativo organizado para detener a talamontes, habitantes de San Miguel Canoa y de San Isidro Buensuceso le cerraron el paso al convoy de las autoridades; lanzaron palos, piedras y disparos hacia los vehículos oficiales; quemaron una camioneta de la Agencia Federal de Investigación y liberaron a un detenido.

La organización de familias y de grupos que asisten en determinados días de la semana, que están alertas, que están comunicados y tienen señales especiales para advertir a los que están arriba.

Hay familias en un supuesto día de campo o gente en una bicicleta, aparentemente sin hacer nada; hay vehículos avisando para dar la voz de alarma.

La extracción de materia forestal que realizan esas personas va más allá de los usos y costumbres permitidos por las autoridades, como la recolección de leña para combustible de cocinas y baños.

El Código Penal federal establece que si una persona lleva más de cuatro metros cúbicos de madera sin los permisos correspondientes será remitido al Ministerio Público, pero cuando la carga es menor es remitido y se le asegura el producto y recibe sólo una sanción administrativa.

Entonces, lo que la gente hace para evadir la prisión es trasladar menos de cuatro metros cúbicos, en un esquema de tala hormiga pero intensiva.

El parque parece tener muchos enemigos, pero uno de ellos, el que quizás ha provocado el mayor daño es la pobreza, pues la falta de empleo y oportunidades han hecho que los habitantes de los pueblos cercanos miren al bosque como fuente de ingresos.

Ya han transcurrid casi tres años del cambio de gobierno y es lamentable que no se informe al pueblo la forma en que se combate la tala clandestina, tal parece que se ha olvidado el tema de la ecología en Tlaxcala.

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