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  • Roberto Nava Briones
A pesar de que no existen alternativas para el sano esparcimiento en la entidad aún se puede respirar tranquilidad

Llegó el fin de semana esperado y parece un viernes como un día cualquiera el que se vive en la ciudad capital, en una tarde que amaga con enfriar más en el mes de noviembre que agoniza lentamente y que calienta los bolsillos en “el buen fin”.

Mientras saboreo un café en unos de los restaurantes en el centro de la ciudad capital, infinidad de sucesos se presentan conforme pasan los minutos.

Se observa en las calles, gente ávida de llegar a sus casas tras ardua jornada de trabajo.

En la plaza de la constitución se alista una callejoneada universitaria que habrá de recorrer por las calles algunas de ellas llenas de baches, porque al Ayuntamiento no le alcanzó el recurso para repararlas en su totalidad.

Aunque parece trivial lo que acontece, coincidió el fin de semana con la quincena y por ende los bancos presentan largas filas de empleados que retiran algún recurso para hacer frente a los gastos que se generen en los siguientes días.

Con la caída del sol que medio calienta el ambiente, otros más se organizan para ir a la Feria y poder pasar una tarde diferente.

No todo es prisa y alegría en el portal, los efectos del desempleo se respiran en el ambiente.

Un modesto lustrador de calzado ofrece sus servicios sin éxito a comensales que se han dado cita en los portales de la capital.

Y mientras el humilde “bolero” busca ganarse unas monedas para mitigar su hambre, decenas de vehículos transitan por la avenida principal de la capital del Estado que por cierto es insuficiente para desahogar el intenso tráfico que se presenta al filo de las 15:00 horas.

Otro más que se suma a la lista de desempleados es un varón de aproximadamente 70 años de edad, quien oferta sus cuadros para llevarse un dinerito.

No cabe duda que la inequidad es evidente.

Mientras unos buscan ganarse un dinero para subsistir, empleados de los parquímetros aprovechan para inmovilizar automóviles para proceder a su respectiva infracción y poder contribuir a llenar las arcas de la comuna.

Por cierto, no se sabe a dónde van esos recursos que deja pagar estacionamiento en vía pública.

No faltan las personas disque “discapacitadas” o vivales, que son mejor conocidos con el mote de “limosneros” que imploran una ayudita por el amor de Dios. Empero, la insensibilidad sale a flote, y la ayuda no se da.

Sin duda que el dinero no llega a todos por igual.

Baldomero Vázquez, artesano de Tizatlán ofrece sus bastones que no logra vender a pesar de que para hacer uno de ellos tuvo que ir al monte a buscar la madera y trabajarla por varias horas.

Una canción ofrece el famoso “Chucho”, quien acompañado de su inseparable guitarra y su sombrero improvisa canciones de toda índole para ganarse unos pesos y aprovecha para opinar sobre política.

Casi al terminar mi café, el responsable de la política interna del Gobierno del Estado Ernesto Ordoñez Carrera, saluda de prisa a este servidor ya se dirige a una de sus encomiendas escoltado discretamente de un agente de gobernación.

El uluar de una ambulancia rompe la tranquilidad momentánea, pero se disipa casi de forma inmediata.

Los minutos pasan, “el buen fin” inició y seguramente con él, cientos o miles de ciudadanos habrán de caer en manos de la mercadotecnia, que está deseosa de que los recursos devengados con mucho esfuerzo, puedan llegar a sus manos de pequeñas, medianas y grandes cadenas.

Y mientras pasa el tiempo, una orquesta ambienta en el parque principal con diversos danzones, las actividades cotidianas siguen con marcada tranquilidad y habrá que ir en busca de una nueva nota, una historia, conflicto o suceso que se suscite para poder informar.

 

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